concentran las
ganancias en el
mercado de alimentos
concentran las
ganancias en el
mercado de alimentos
Diez empresas extranjeras concentran la mayor cantidad de ventas en el mercado formal de los alimentos y bebidas en Bolivia, con el 55,7% de los ingresos facturados en el país.
En esa decena de empresas se encuentran de forma directa, con oficinas en territorio nacional, tres de las 10 mayores compañías de alimentos y bebidas del mundo: Coca-Cola, Nestlé y Unilever. Y de manera indirecta, Pepsico, por medio de una sociedad con la Cervecería Boliviana Nacional (CBN).
Así lo revela el Ranking de las 300 Empresas Más Grandes de Bolivia 2018, que identifica a aquellas que representan aproximadamente el 85% de los negocios con ingresos facturados del país.
Esos números, referidos al rubro de alimentos y bebidas, se reflejan, a la hora de recorrer supermercados y aun mercados tradicionales, en la presencia cada vez más notoria de comida procesada en distintos niveles por la industria.
Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en 2015, alertaba que en el periodo 2000-2013 las tasas más rápidas de crecimiento en las ventas de productos ultraprocesados en América Latina se observaron en Uruguay (146,4%), Bolivia (129,8%) y Perú (107%).
URUGUAY
BOLIVIA
PERÚ
Esta tendencia -sinónimo de altas dosis de azúcares, conservantes, edulcorantes, sal, aceite, saborizantes o colorantes- se asocia a una mayor tasa de sobrepeso y obesidad en la población que, según el Ministerio de Salud, se incrementó en Bolivia de 21,1% en 1997 a 42,7% en 2016 y a 63,3% en 2019, lo que eleva también los factores de riesgo para numerosas enfermedades crónicas como la diabetes, los males cardiovasculares y el cáncer.
Obesidad, diabetes y Covid 19
Efectivamente, el 63,3% de la población en Bolivia sufre de sobrepeso u obesidad, según la primera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de las Enfermedades No Transmisibles (ENT), de 2019. Las mujeres son las más afectadas: 66,9% de ellas, frente al 59.9% de los hombres.
Asimismo, el 6,6% de la población en Bolivia ha sido diagnosticada con diabetes, a decir del último informe mundial de la OMS, y sobre cuyo crecimiento da pauta el Programa Nacional de Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud, que en los datos publicados en 2017 establece que los casos de diabetes habían aumentado de 98.100 en 2015 a 138.124 en 2016.
Que dichos padecimientos tienen otras implicaciones sobre la salud humana lo ha remarcado la OMS respecto de la pandemia causada por la Covid 19: el virus puede infectar a personas de todas las edades y condición, ciertamente, pero las que padecen algunas enfermedades crónicas, entre ellas la diabetes, los problemas cardíacos y la hipertensión arterial, “tienen más probabilidades de enfermarse gravemente cuando adquieren la infección”.
Detrás de muchos de los casos de esas enfermedades crónicas están el sobrepeso y la obesidad, condición esta última que diversos estudios asocian particularmente con un mayor riesgo para la hospitalización, el ingreso en terapia intensiva e incluso la muerte en caso de contagio de COVID-19.
Ataque desde varios frentes
“Una vuelta por cualquier mercado o supermercado nos dice mucho acerca de la proporción de empresas nacionales y extranjeras en Bolivia”, dice María Teresa Nogales, directora ejecutiva de la Fundación Alternativas, organización dedicada a fomentar la seguridad alimentaria en el país.
En estos puntos de venta, mercados populares incluidos, “es especialmente notable la oferta de productos alimentarios procesados”. Basta ver las envolturas, invita Nogales a mirar con atención, para saber cuánto de lo que ofrece viene de una fábrica que no está en territorio nacional.
La facturación resultante de la venta total de productos alimenticios nacionales e importados es un indicador que, por su parte, permite afirmar que más de la mitad de lo que se sirve en la mesa de los bolivianos se “amasa” a distancia y con capitales extranjeros.
Retomando el Ranking de las 300 Empresas Más Grandes de Bolivia 2018, hay que señalar que en el grupo de 31 compañías vinculadas a la industria alimentaria, 19 son nacionales, aunque representan el 42,54% de la facturación -frente al ya mencionado 55,7% de las 10 extranjeras-, mientras que el 1,73% lo conforman negocios de capitales mixtos.
La lista de 10 empresas se completa con PIL Andina e Industria de Aceite Fino, de capitales peruanos, la Sociedad Comercial e Industrial Hansa (alemanes), Miclar SRL (estadounidenses Herbalife), Procesadora de Oleaginosas (argentinos) y CAMSA Industria y Comercio (chilenos-bolivianos).
Cabe señalar que Oxfam identificó en 2013 a las industrias de alimentos más grandes del mundo: Coca-Cola, Unilever, Nestlé y Pepsico -presentes entre las 31 que más facturan en Bolivia-, además de Associated British Foods (ABF), Danone, General Mills, Kellogg’s, Mars y Mondelez.
Mondelez está ausente del Ranking de las 300 Más Grandes en Bolivia, pero presente en el Registro de Comercio, en el que está identificada como importadora.
Actúan como pulpos
Algunas de las firmas de este grupo, como Coca-Cola y PIL, han diversificado su oferta para acaparar otros segmentos aledaños a su línea de negocio central. Así, la primera es dueña también de agua embotellada, y la segunda ya no sólo vende productos lácteos, sino frutas en conserva, por ejemplo.
Según el ranking, las empresas que concentran una facturación mayor a Bs 1.000 millones, cada una, son:
Están, asimismo, las empresas bolivianas:
Alimentos ultraprocesados
Elaborados principalmente con ingredientes industriales, suelen contener poco o ningún alimento entero o natural. Son durables y muy apetecibles. Llevan conservantes, estabilizantes, emulsionantes, disolventes, aglutinantes, aumentadores de volumen, edulcorantes, resaltadores sensoriales, saborizantes, colorantes y micronutrientes sintéticos para “fortificar” los productos. La mayoría son resultado de tecnologías sofisticadas y procesos de hidrogenación, hidrólisis, extrusión, moldeado y remodelado.
Fuente: OMS
La “carne de descarte”
queda para el mercado local
Malkya Tudela
Mil productos,
pocos dueños
Oxfam lo dice en tono de denuncia al hablar de forma genérica sobre las grandes industrias: “La economía global se caracteriza por una desigualdad generalizada y el sector agroalimentario no es una excepción”. En la cúspide del sistema, “los grandes supermercados y otros gigantes empresariales del sector dominan el mercado mundial de alimentos, lo cual les permite maximizar el valor que obtienen de sus amplias cadenas de suministro que se extienden por todo el mundo”.
En el caso de Bolivia, la oferta del conglomerado de 31 compañías consta de productos procesados, como verduras o leguminosas enlatadas o embotelladas y conservadas en salmuera, frutas en almíbar, pescado preservado en aceite, harinas, quesos y algunos productos procesados de carne, como jamón y tocino ahumado.
Pero también comercializan mercadería ultraprocesada, como sopas enlatadas o deshidratadas, margarinas, aceite refinado, sopas y fideos empaquetados “instantáneos”, cereales de desayuno, harina, mezclas para pastel, papas fritas, bebidas gaseosas, jugos, galletas, caramelos, mermeladas, salsas, helados, chocolates, fórmulas infantiles, leches para niños pequeños y comida para bebés, barras de “energía”, muchas variedades de panes, tortas, postres, productos “listos para calentar” y muchos otros tipos de bebidas y snacks.
Alimentos procesados
Alterados por la adición o introducción de sustancias que cambian la naturaleza de los alimentos originales para prolongar su duración o hacerlos más agradables o atractivos. Generalmente conservan la identidad básica y la mayoría de los componentes del alimento original, pero los métodos de procesamiento hacen que sean desbalanceados nutricionalmente, debido a la adición de aceite, azúcar o sal, preservantes y/o aditivos.
Fuente: OMS
La agroecología,
¿con qué se come?
Esa oferta supera con creces a la producción alimentaria de las pequeñas unidades productivas, que han perdido presencia en el mercado en los últimos años.
“Las grandes empresas controlan este mercado porque tienen más tecnología de punta y porque ellos pueden invertir para producir masivamente un solo producto, sin diversificar, lo que junto con la publicidad hace que la variedad de alimento que consumimos sea cada vez más reducida”, sostiene Adolfo Valdez, gerente general de la Asociación de Organizaciones de Productores Ecológicos de Bolivia (AOPEB).
Círculo vicioso y perverso
La considerable presencia de productos procesados y ultraprocesados se aprecia no sólo en los supermercados, sino también en las tiendas barriales –algunas de las cuales tienden a transformarse en micromercados- y en los centros de abasto informales, donde la cantidad de puestos (puntos de venta) que ofrecen alimentos naturales se va reduciendo con el paso de los años. Esto, a su vez, denota un círculo vicioso, nunca mejor dicho, que obedece/provoca el cambio de tendencia en los hábitos de consumo de la población.
El paladar nacional está amaestrado
“El mayor impacto que tienen estas empresas sobre las políticas (alimentarias) es su influencia sobre nuestros hábitos a la hora de comer”, sentencia Nogales. Esto quiere decir “que el mercado te empieza a ofrecer ciertos productos que cambian tu paladar a medida que los consumes”. Al cambiar lo que comes, “cambias lo que le exiges al mercado, y así se produce un círculo vicioso en las tendencias de oferta y demanda”.
“A través de grandes inversiones para publicidad en medios masivos, estas empresas pueden influir en los consumidores para crear hábitos de alimentación de productos que no son realmente necesarios para una buena alimentación. Por ejemplo, la Coca-Cola no vende un refresco como tal, sino una necesidad”, dice Valdez.
Alimentos naturales.
Son de origen vegetal (verduras, leguminosas, tubérculos, frutas, nueces, semillas) o animal (pescados, mariscos, carnes de bovino, aves de corral, animales autóctonos, así como huevos y leche, entre otros). No llevan sustancias añadidas como azúcar, sal, grasas, edulcorantes o aditivos.
Fuente: OPS/OMS
Productos ecológicos
Existen diferentes formas de entender y definir la producción ecológica, pero se puede decir que nace desde el consumo como alternativa a la producción industrializada de alimentos y persigue una alimentación más natural y saludable, y la producción a partir de técnicas respetuosas con el medioambiente y hacia las personas.
Fuente: FAO
Más que alimentados, cebados
Dicho influjo en el paladar –que se va olvidando de cómo sabe determinada verdura o cierto cereal nativo- puede magnificarse en medio de un mercado de alimentos ecológicos muy debilitado (menor a 1% de la producción nacional) y que carece de apoyo por parte del Estado.
Es evidente la reducción de la canasta básica de alimentos: de 46 a 12 productos en los últimos 10 años, según información del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, lo que, para peor, impacta en la salud de la población.
Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), por ejemplo, publicado en 2015, alerta que en el periodo 2000-2013 las tasas más rápidas de crecimiento en las ventas de productos ultraprocesados en América Latina se observaron en Uruguay (146,4%), Bolivia (129,8%) y Perú (107%).
Esta tendencia se asocia a una mayor tasa de sobrepeso y obesidad en la población, que según el Ministerio de Salud, se incrementó en Bolivia de 21,1% en 1997 a 42,7% en 2016 y a 63,3% en 2019, lo que eleva también los factores de riesgo para numerosas enfermedades crónicas como la diabetes, las cardiovasculares y el cáncer.
No corren, vuelan
“La disponibilidad de alimentos procesados y ultraprocesados ha crecido de forma acelerada en los países de la región” latinoamericana y caribeña, enfatiza Theodor Friedrich, representante en Bolivia del Programa de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“El consumo de alimentos y bebidas ultraprocesadas se incrementó en más de 25% entre 2000 y 2013”, como indica el informe Panorama de la seguridad alimentaria y nutrición en América Latina y el Caribe 2019, publicado por la FAO, OPS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Supervendedores
Friedrich sella lo ya descrito: “Los supermercados y las tiendas de conveniencia (micromercados) han crecido considerablemente en las últimas dos décadas en la región y son el principal canal de venta de ultraprocesados”. Dato importante “porque el aporte de macronutrientes de estos productos son principalmente el azúcar (43%), otros carbohidratos (25%), las grasas (27%) y -en menor medida- las proteínas (5%)”.
Esta forma de nutrición se ha visto sustentada también por el exponencial incremento de las importaciones de productos de las industrias alimentarias.
“La internación de alimentos destinados al consumo en el hogar ha subido increíblemente en la última década. Y esta tendencia no sólo responde a una demanda del mercado, sino a esfuerzos de lobby efectuados por empresas ante nuestras autoridades y el Estado en su conjunto”, considera Nogales.
El país compra cada vez más
Datos del INE procesados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) revelan que en los últimos 20 años las compras alimentarias del país se multiplicaron más de 400 veces. Más exactamente, se incrementaron en 448% (a un promedio anual de 22,4%). Lo que en dinero equivale a decir que el país pasó de gastar $us 88,55 millones en el año 2000 a $us 441,5 millones en 2019. Esta última cifra supera el total de las exportaciones agropecuarias nacionales de 2019 ($us 364,6 millones).
Los principales artículos importados son chocolates y alimentos que contienen cacao, bombones, caramelos, confites, pastillas, leche para consumo infantil, mezclas y pastas para panadería y pastelería, condimentos y sazonadores, y galletas dulces.
Y las principales bebidas internadas –excluyendo las alcohólicas-, son las elaboradas con base en pulpa o jugo, energizantes, vinagre y el agua.
Compras en 2000
Compras en 2019
El “todo vale” es una norma
La prevalencia de productos procesados y ultraprocesados en Bolivia viene además acompañada por malas prácticas de algunas grandes industrias que buscan mantener su dominio en ciertos rubros del mercado.
Un par de ejemplos documentados: la sanción que la Autoridad de Fiscalización de Empresas impuso en 2015 a cuatro ingenios azucareros del país por coordinar la venta de sus productos en el mercado interno a un precio mayor que el de exportación (Documento); y la sanción que la misma reguladora emitió contra una productora de lácteos en 2013 por establecer distintos precios de leche en polvo y leche esterilizada para diferentes compradores situados en igualdad de condiciones (Documento).
Según denuncias y versiones de pequeños comerciantes, una muy conocida marca internacional de gaseosas otorga también diversos “incentivos” a algunos puntos de venta, con la condición de que no adquieran ni comercialicen productos de otros fabricantes.
Los indicios de este proceder están a la vista de todos en las tiendas y kioskos: murales, afiches y marquesinas de regalo que tienen en grande el logo de la empresa benefactora.
Pequeños al frente,
pero decididos
Pese a este desfavorable panorama, existen instituciones privadas que trabajan para impulsar otro tipo de alimentación en el país. Fundación Alternativas, La Casa de Les Ningunes, MIGA y Manq’a, Fundación Agrecol, Movimiento Ecoconsumo, entre otros, libran batalla.
“Desde enfoques propios, estas organizaciones están generando información, llamando a la conciencia de los consumidores, elevando la voz de la sociedad para replantear nuestros sistemas alimentarios”, destaca Nogales. Su esfuerzo apunta a “rescatar nuestros sabores y colores, documentando y difundiendo los alimentos que estamos perdiendo”. Además, “están realizando gestiones importantes ante los diferentes niveles del Estado para que nuestras políticas sean más coherentes con nuestras necesidades”.
El gobierno de transición, por su lado, habla de un plan para impulsar cultivos alternativos potenciales que fortalezcan la canasta familiar, entre ellos cinco tipos de cereales, un estimulante (té), 33 de frutales, 23 de hortalizas, nueve de oleaginosas e industriales, cinco de plantas medicinales, nueve de especias, ocho de tubérculos y raíces, y una de forraje.
Cereales (avena, cañahua, centeno, amaranto y lenteja), estimulantes (té), frutales (ciruelo, chirimoya, frutilla, guinda, higo, lima, limón, mango, manzana, membrillo, palta, papaya, frambuesa, cayú, lujma, albarillo, guayaba, granada, tamarindo, noni, copoazú, tumbo, pera toronja, sandía, uva, tuna, carambola, achachairú, pacay, maracuyá, mora de rocota, damasco y melón), hortalizas (ají, beterraga, coloflor, garbanzo, haba, lechuga, locoto, pepino, rábano, coles, vainita, zapallo, pimentón, achojcha, calabaza, brócoli, nabo, apio, acelga, espinaca, ajipa, ají verde y tarwi), oleaginosas e industriales (achiote, linaza, almendra, motacú, oliva, sábila, chía, palmito y tabaco), plantas medicinales (coca, agapando, azafrán, cedrón y manzanilla), especias (perejil, canela, toronjil, pimienta, comino, orégano, hierba buena, quirquiña y anís), tubérculos y raíces (camote, waluza, oca, papaliza, racacha, isaño, aricoma y maca), forraje (maíz berza)
De su lado, la FAO en Bolivia está trabajando para contrarrestar la actual tendencia. Por ejemplo, enriqueciendo los sistemas de la alimentación complementaria escolar, para que ofrezcan alimentos sanos y nutritivos, e implementando huertos escolares. Son formas de acercarse a los niños, educadores y padres, “para realmente cambiar los hábitos alimenticios desde temprana edad”, indica Friedrich.
El organismo especializado de Naciones Unidas impulsa también la inclusión en los supermercados de verduras y legumbres, producidos por la agricultura familiar urbana y periurbana, entre otras iniciativas. (enlace)
Estas organizaciones “muestran mediante su trabajo cotidiano que cada persona tiene la capacidad de generar un cambio positivo”, apunta Nogales. Lo hacen “mediante sus comportamientos de consumo, mediante su capacidad de exigir al Estado otro tipo de inversiones y el cuidado de nuestros ecosistemas”.
A la manera de un llamado, Nogales alega: “todos debemos sumarnos a este trabajo porque somos bolivianos y nuestra alimentación está en riesgo”.
Con el apoyo de Wethungerhilfe y la Cooperación Alemana en el marco del proyecto “Abogacía por el derecho humano a la alimentación y promoción de Sistemas Alimentarios locales en Perú y Bolivia”, ejecutado por UNITAS.
Ilustración de portada: Joaquín Cuevas.