El paladar nacional

está amaestrado

Es bien sabido que las familias tienen sus propias preferencias, rechazos y creencias respecto a los alimentos, pero éstos no son de su entera elección. Cada vez influyen más en estas decisiones las estrategias de las grandes industrias que producen alimentos y bebidas.

Entre 2010 y 2019, la canasta familiar básica de alimentos en el país se redujo de 46 a 12 productos, revela Lucio René Tito, director general de Desarrollo Rural. En la experiencia del técnico, no es que se estén dejando de cultivar ciertos productos, sino que los hábitos de consumo de la población están cambiando.

“La evolución del hambre y el sobrepeso y obesidad está estrechamente ligada a la transformación de los sistemas alimentarios que, a su vez, han cambiado los patrones de consumo de alimentos de toda la población”, advierte Theodor Friedrich, representante en Bolivia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

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Epidemia dulce y grasosa

Para Friedrich, “hay más de una razón” para el mayor consumo de alimentos y bebidas ultraprocesados en Bolivia, como en otros países de América Latina y el Caribe. Dicho consumo comienza desde la más temprana niñez con los alimentos dirigidos a los lactantes.

La FAO enumera los factores: la gran variedad y avanzado grado de procesamiento; los ingredientes para hacerlos más fáciles de conservar, apetecibles y atractivos; su promoción; una mayor producción, más eficiente y tecnologizada; mejoras en las infraestructuras y canales de comercialización; y la expansión de las cadenas supermercados y de los comercios de comida rápida.

Estos factores han facilitado la oferta a menores precios de alimentos y bebidas altos en azúcares, grasas y sal, lo que contribuye a la epidemia del sobrepeso y obesidad y a las enfermedades no transmisibles.

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Los mercados populares se rinden

“Poco a poco, esta oferta también se extiende a los mercados (populares), donde ya podemos ver muchos de estos envasados. Es un escenario en el que el consumidor no recibe la información suficiente para tomar decisiones sobre qué tipo de productos consumir”, alerta Friedrich.

El cambio de estilo de vida es también otra causa para la transformación de los sistemas alimentarios. Con cada vez más personas –hombres y mujeres- en sus fuentes de trabajo y con menos tiempo en casa para preparar sus alimentos, se recurre a más a comidas procesadas y ultraprocesadas para calentar en casa o consumir sin tener que cocinar.

“Para una familia es cada vez más fácil comprar los productos del supermercado que ir al mercado campesino o tradicional y comprar ahí los productos naturales que ofrece el pequeño productor”, dice el representante de la FAO en Bolivia.

Lo rural se urbaniza

Otro elemento que hace “atractivas” las comidas ultraprocesadas es que las zonas urbanas y algunas rurales de la región experimentan una rápida transformación. Las causas de ello son el crecimiento del ingreso medio, la mejora de la infraestructura, la acelerada urbanización, la mayor proporción de mujeres empleadas, la liberalización comercial, los tiempos de desplazamiento y el aumento del empleo rural no agrícola.

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El sabor intenso de dulce o salado, así como las grasas, se hace omnipresente para los consumidores y “llevan a la población a aumentar el consumo más allá de su necesidad, lo que incrementa el negocio de estas industrias”, resume Friedrich.

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Esos “pantanos alimentarios”

Desde una perspectiva de largo plazo, considera la FAO, la disponibilidad de comida creció de forma considerable en Latinoamérica y el Caribe. Gracias a esto se pudo reducir la población que padece hambre de 62,6 millones a 42,5 millones entre 2000 y 2018. Sin embargo, con el aumento de disponibilidad de alimentos creció también la oferta de alta densidad calórica y un bajo contenido de nutrientes. Esto ha derivado en el aumento del sobrepeso y obesidad en todos los grupos etarios; desde niños en edad escolar (de 5 a 9 años) y adolescentes (de 10 a 19 años) hasta adultos.

Entre los factores que acercan a la población al camino opuesto de una dieta saludable, están los llamados “pantanos alimentarios, concepto que indica una relativa abundancia de productos procesados y ultraprocesados”, de acuerdo con el informe Panorama de la seguridad alimentaria y nutrición en América Latina y el Caribe 2019.

Por otro lado, la industria trata de bajar los costos utilizando ingredientes que sirven al propósito calórico, pero no así al nutricional.

Los llamados de atención de la FAO para generar conciencia en la industria han merecido, afirma Friedrich, “una cierta respuesta en términos de reducir los contenidos de azúcares (hasta tres veces más altos que los niveles recomendados por la OMS), pero infelizmente lo que se está haciendo es reemplazarlos  por endulzantes y eso no resuelve el problema”.